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Sacerdote diocesano de Turín, el canónico Allamano fue rector del Santuario de la Consolata durante 46 años. Desde muy joven cultivó una gran pasión misionera, pero por varios motivos no pudo partir. Como sacerdote y formador de seminaristas, soñó durante años la creación de un Instituto para las Misiones Extranjeras. Después de una grave enfermedad que casi lo llevó a la muerte, el 29 de enero de 2001 fundó el Instituto Misiones Consolata para sacerdotes y hermanos coadjutores. El primer campo de trabajo fue el actual territorio del Kenya.
En 1910 inició el Instituto de las Misioneras de la Consolata.
Además de la esmerada atención que prodigaba al Santuario de la Consolata que en su momento se convirtió en un centro espiritual para la ciudad y la diócesis de Turín, y de la fundación y dirección de los dos Institutos misioneros, el Beato Allamano seguía con mucha atención al fermento social y cultural de su tiempo. Con su estilo silencioso, recordaba a sus misioneros, retomando las palabras de su tío, San José Cafasso que “El bien debe ser hecho bien y sin ruido”, acompañó a muchas personas en la dirección espiritual y animó a sostener iniciativas sociales, como así también la incipiente prensa católica.
Murió en Turín el 16 de de febrero de 1926 y fue beatificado en Roma por el Papa San Juan Pablo II el 7 de octubre de 1990.
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Dios Nuestro Padre,
te damos gracias por haber enriquecido
a tu Iglesia con el don del Beato José Allamano.
Él ha hecho resplandecer entre nosotros la ternura de tu paternidad.
ha venerado a María como Madre Consoladora
e inspiradora de la Misión entre todos los pueblos.
Te pedimos ahora de donar a tu Iglesia
el gozo de venerarlo entre los Santos
como testimonio ejemplar del anuncio de Jesús y de su Evangelio.
Humildemente te suplicamos de concedernos, por su intercesión,
lo que nuestro corazón de hijos e hijas te pide.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.
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