A pocas semanas de la Beatificación de la Sierva de Dios Leonella Sgorbati, misionera de la Consolata, escuchamos un testimonio más sobre su vida misionera en camino a la santidad
Sor Leonella tenía muchos sueños, pero al centro de todos ellos estaba siempre la persona. Sus estudiantes recuerdan: “Muchos jóvenes frecuentábamos la Escuela de Enfermería de Nkubu pero cada uno de nosotros tenía una relación particular y muy personal con ella. Cuando enseñaba, estaba atenta a cada estudiante y no continuaba la lección hasta cuando el argumento no hubiera quedado claro para todos. La asistente de Sor Leonella era una señora protestante y no obstante la diversidad de religión, se complementaban bien en un clima de mutuo respeto.
Singular característica tenía Sor Leonella para dirigir la Escuela de Enfermería y llevar adelante al mismo tiempo varios proyectos. Ella sabía trabajar en equipo y permanecer en la sombra.
Sor Leonella también propuso y realizó programas en el ámbito de la salud a nivel nacional y cuando colaboraba con personalidades del Gobierno, que no compartían los valores cristianos, ponía en juego todas sus capacidades para salvaguardar los derechos de los pobres, de los débiles y defender los valores humanos y religiosos.
Era enérgica, valiente, decidida, no albergaba temores y a los estudiantes nos animaba a no dejarnos llevar por soluciones simplistas o precipitadas, sino más bien a comprometernos en ayudar a los demás, a ser artífices y responsables del propio futuro.
Sor Leonella quería que sus estudiantes tuviéramos el “sello de La Consolata”, y como tal nos comportáramos sabiendo consolar y entregarnos generosamente. Nos inculcaba un profundo respeto por la vida. Era solícita en ayudarnos en el estudio hasta el punto en que ella estuviera segura de que todos estábamos preparados para superar los exámenes”.
Sor Joan Agnes subraya que: “Cuando desempeñó el cargo de Superiora Regional, siempre rezaba antes de tomar una decisión o cuando se veía enfrentada a elegir una opción y en el momento en que intuía que ese paso era voluntad de Dios, aunque le costara, actuaba con determinación.
Recuerdo su sufrimiento cuando fue necesario implementar las decisiones de la Conferencia Regional de las Misioneras que trabajaban en Kenya y hubo que cerrar algunas casas de la comunidad para emprender nuevos caminos de trabajo misionero en los tugurios, con un estilos de vida sencillo, pobre, con menos recursos; fueron decisiones difíciles, no siempre comprendidas. Ella entonces, sabía callar y esperar el tiempo de Dios.
Sor Leonella apreciaba a cada Hermana, con sus capacidades y sus limitaciones, convencida de que cada una era importante en la comunidad y poseía dones para compartir con las demás. Animaba a cada una a cultivar relaciones interpersonales significativas en la vida comunitaria. Repetía que el verdadero martirio es aceptar a los demás en su diversidad y amarse recíprocamente, quererse como hermanas; en esto nos daba ejemplo. Insistía en sacar a la luz, los momentos bellos, vividos en fraternidad e impedir que cualquier sombra arruinase nuestra vida de familia.
Comprendía el dolor silencioso de sus Hermanas y se interesaba por cada una con respeto y discreción, ofreciendo consuelo y comprensión”.