
Les presentamos la entrevista a la Hna María Dolores, española, con mucha vida misionera en Argentina
¿Después de tantos años en Argentina, qué significa para ti ser misionera de la Consolata en este país?
Para mí, en primer lugar, creo que ser Misionera de la Consolata es lo fundamental de mi vocación y ser misionera en Argentina, estoy convencida que es el lugar donde me quiso el Señor, es Él quien me envió aquí yo no lo elegí. Él me dio la Posibilidad de vivir el compromiso misionero con alegría, es una gracia del Señor. Espero que otros puedan escuchar su llamado vocacional y seguirlo con alegría.
¿Cuál es la misión que llevas más en el corazón?
Para mi toda misión es importante. En la década de los años ochenta al noventa daba clase en nuestro colegio en Mendoza y preparaba los niños para la comunión. Fue algo extraordinario, ellos colaboraban para que otros niños pudieran conocer a Jesús. Ya realizaban lo que dice el Papa Francisco, que los Niños Evangelicen a otros Niños.

Trabajaste con los Wichi en el CHaco, ahora con los Kolla en Salta. ¿Cuáles son los desafíos en la misión con pueblos indígenas?
Los Wichi, fueron los más desafiantes, si bien ellos eran evangélicos, sin embargo, debido a la situación de explotación que Vivian, siempre recorría a nosotras en los momentos de dificultad, éramos para ellos las personas de protección ante todas las injusticias a que eran sometidos. Había situaciones en que los acompañábamos a la Policía para aclarar acusaciones injustas que le hacían. Fue para mí un dolor grande, cerrar esa comunidad por falta de personal y tener que dejarlos solos.
De los Kollas, admiro su colaboración comunitaria, el compartir. El unirse para el trabajo comunitario, el aporte solidario.
Los desafíos para mí son la falta de formación a nivel familia, desconocen los valores del evangelio y no los pueden inculcar en la Familia. Los hijos son independientes ya en la preadolescencia y esto implica desconocer la moral y no vivir los valores con radicalidad.

Si pudieses volver atrás en el tiempo, ¿qué cosa no harías más, y qué cosa repetirías sin duda?
El conocimiento de los valores y la vivencia de los mismos llevan a un compromiso radical, que comprometen a vivir el evangelio, haciéndolo vida de la propia vida, a través de un testimonio radical, que involucra la propia familia. Esta es la clave que no cesaría de repetir.