Dos vidas entrelazadas para una gran misión

Encuentro IMC-MC LMC-28-29 DE ENERO 2017

El pasado 28 de enero, la Hermana Luz Helena Jiménez MC, durante la Asamblea de los Laicos Misioneros de la Consolata, en la  Casa de Espiritualidad de los IMC en Bogotá (Antigua sede del Seminario Teológico),  presentó  al Beato José Allamano y al Canónigo Santiago Camisassa,  el primero Fundador y el segundo Co –Fundador de los Misioneros y de las Misioneras de la Consolata, como modelos de vida y de misión.

Haciendo un paralelo entre sus vidas, resaltó cómo dos personas tan diferentes fueron capaces de vivir y trabajar por 42 años, en sintonía, persiguiendo un mismo ideal.

Ambos eran oriundos del Piamonte  (Italia). Entre los dos existía solo una pequeña diferencia en edad. Personas significativas de sus propias familias influyeron y dejaron profundas huellas en sus vidas: para Allamano, su madre Mariana Cafasso y para el Camisassa su Hermana Ana María. En períodos distintos, ambos frecuentaron y se formaron, durante la adolescencia, en el Oratorio de San Juan Bosco en Turín.

Allamano fue ordenado sacerdote  el 20/9/1873  y Santiago Camissasa el 15/6/1877. Se encontraron como sacerdotes para trabajar juntos en el Santuario de la Virgen Consolata en octubre 1880  y desde entonces sus vidas se “entrelazaron para una gran misión. “Todo nació como un verdadero acto de fe en la voluntad de Dios”, manifestada en las decisiones tomadas por el Arzobispo de Turín, Monseñor Gastaldi, decía el Padre Allamano, refiriéndose a ese hecho. Lo que vendrá en seguida será un largo camino de verdadera comunión, de propósitos, de proyectos, de acciones, que fructificarán en un sin número de obras en el Santuario de la Consolata y en el Instituto.

Sacerdotes de una profunda vida espiritual, dos figuras admirables que se dejaron tocar por Dios,  disponibles siempre a su voluntad, manifestada a través de la voz de los superiores.  “Aunque tuvieran personalidades tan distintas y dones muy diferentes, supieron mantener relaciones interpersonales  profundas y constantes, en el respeto de la diversidad y en el deseo de la complementariedad”. Todo lo anterior les permitió  comprenderse y trabajar en armonía para la “mayor gloria de Dios”.

Trabajamos durante 42 años juntos…si hicimos algo bueno era porque éramos tan distintos, pero prometimos decirnos siempre la verdad….”  decía el Padre Allamano, quien  valorizó las dotes de su colaborador. El Padre Camissasa siempre reconoció y respetó el rol de Allamano como inspirador y maestro carismático.  Juntos trabajaron sobre cada proyecto, en el respeto y según la propia competencia y capacidad, nunca celoso el uno de otro, ninguna rivalidad, solo colaboración que brotaba de la recíproca y profunda  amistad, construida en el día a día a través  del diálogo, la comunión y la sinceridad.

Los anteriores fueron algunos puntos que nos incentivaron a una profunda reflexión para   buscar  la manera de ponerlos en práctica en nuestras vidas, como nos sugiere   el Padre José Allamano: viviendo una vida entregada a la voluntad de Dios y gestando  amistades sencillas y agradables con los demás. Este encuentro fue un momento de enriquecimiento mutuo.  Esta bella historia, tan importante y ejemplar para nuestros Institutos Misioneros y para los Laicos Misioneros, se nos presenta como una oportunidad para continuar  el camino de  formación en el carisma y en la espiritualidad del Beato José Allamano. Tenemos un incentivo más para vivir  este año 2017 como tiempo de gracia, en el que somos todos invitados a interiorizar, vivir y testimoniar en nuestra vida cotidiana y en nuestros apostolado misionero la reconciliación y el perdón.

 Hna. Emilce Portillo MC

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