Entrevista a sor Alejandra, colombiana, de la misión de Tencua en Venezuela
¿Cómo sintió Usted la pasión por la misión?
Bueno, es una historia muy hermosa: esa pasión me la puso mi mamá en el corazón. ¡Mis padres tuvieron 18 hijos! Antes de mi tres varones, y mi mamá quería mucho una hija. Cuando tenía 4 años, estaba sentada cerca de ella, y me recuerdo bien que me dijo: “Hija, hay unas niñas buenas que dejan al papá y a la mamá y van a la África a bautizar a los niños que no están bautizados, y sabes que los niños sin Bautismo no van al Cielo”. Esa era la teología de aquel entonces. Yo no dije nada, pero estas palabras bajaron a mi corazón, y se quedaron ahí. Yo era campesina, para ir a la escuela tenía que caminar dos horas. Estudié hasta tercero de primaria, luego me quedé en casa para cuidar de mis hermanitos.
Cuando mudamos al pueblo, un día llegaron los Misioneros de la Consolata y fueron a hacer la “pesca milagrosa”, ¡así se hacía en aquel tiempo! En mi región, Caldas, habían fundado un seminario y se iban a los pueblos recogiendo niños. Llegaron a mi pueblo, allí estaba mi hermano en la escuela e invitaron a quienes querían ser misioneros, y mi hermano levantó la mano. Así que después de las clases fueron a mi casa. ¡Salieron un montón de muchachitos! Mi mamá dijo a los misioneros: “No sólo a ese hijo, escojan a otros, pues yo sé que estos hijos no son míos, son de Dios”. A mi hermano se lo llevaron de una vez. Cuando éso pasó, no estaba en casa. Mi hermano mandó una revista: había una foto de dos hermanas en el Caquetá, yendo a caballo. Mi corazón saltó, y pensé: “¡De esas hermanitas yo me voy a ser!”. Ni sabía como una debía hacer para ser misionera… pero había la dirección. Me fui a la tiendita, compré una hoja, un sobre y un lápis y… escribí. A los quince días… ¡qué sorpresa! llegó la respuesta: sor Flavia, la superiora regional, tenía que ir San Felix donde estaba el Seminario y me invitaba a encontrarla. Yo sabía: me voy ya con la Madre a la África para bautizar a los niños. Pedí la bendición a mi mamá, con la certeza que ya no volvía a la casa.
Yo tan tímida, con los ojos bajos… La hermana me preguntó: “¿De veras quieres ir a la África?” Entonces ahí me paré y dije con firmeza: “¡Sí, Madre! Quiero ir a la África a bautizar los niños!” El día siguiente encontramos de vuelta a la Madre, y me dijo de volver al término de las vacaciones para estar un tiempo con las hermanas de San Félix.
¿Y qué tal el África, entonces?
Ahy, esta es otra frustración el no ir a la África… En aquel tiempo aquí teníamos la misión del Caquetá, que en ese tiempo era tierra de misión, lejísimo de Bogotá. Estuve siempre en el Caquetá.
Cuántos años?
Hasta que me fui para Venezuela, en 1992. Pero pasé también por la misiones de la costa y en Bogotá, para servicios al Instituto. Cuando vine Madre Fernanda a Colombia, me dijo que tenía un sitio para mí en Etiopía. Era una misión que estaba en mi corazón. Respondí: “Ahy. Madre, por qué me lo dijo tan tarde, yo ahora no me siento de aprender ese idioma amárico tan difícil…” Entonces me mandaron a Tencua, a fundar la misión con los Yecuana. Entonces me quedó la frustración de no ir a África (se ríe)
¿Cómo vivió esta destinación para ir a fundar a Tencua?
Ya había estado en Venezuela, en la Guajira: había fundado esta presencia con sor Teresa en el 1982. Ella se quedó 12 años, yo tuve que volver a Colombia después de un año por un problema que había allí.
Pero la Guajira es una realidad totalmente distinta de Tencua…
Sí, son dos realidades totalmente diferentes, tan en al specto geográfico como en la etnia. La Guajira es todo desierto, Tencua es selva, todo lo contrario. La etnia Guayú es la mayoritaria en Venezuela, la Yecuana es la minoritaria, una de las más pequeñas. El pueblo guajiro centra su vida en los muertos. En Tencua cuando muere una persona dicen: “Se acabó” y casi no nombran más la persona. Son algunos datos para decir la diferencia: uno en el Norte extremo y el otro en el Sur extremo del país.
Cuando me dijeron de ir a Tencua me puse muy contenta: era un país del mismo idioma – porque realmente el idioma es la única barrera que yo tengo para ir a Asia (ríe) – pero me adapto facilmente a cualquier situación ambiental. Y las dos que fundamos en la Guajira, ¡fundamos Tencua! Junto con sor Imelda y sor Paula. Pero primero llegamos Teresa y yo, luego en abril llegaron Imelda y Paula.
¿Cuál es la más grande alegría que le ha dado la misión?
Bueno, poder comunicar Cristo a las personas, de toda manera implicita y explicitamente, una alegría grande que puedo continuar hasta hoy: hacer conocer a Jesús. Y también la alegría de haber construido amistad con la gente: ellos me quieren mucho y saben que yo también los quiero mucho. El pueblo Yecuana es muy identificado con su cultura, un pueblo que va para adelante, aunque estén muchos en la ciudad, cuando vuelven siguen siendo Yecuana. Yo me pregunto: ¿Por qué un indígena, yendo a la ciudad, tiene que cambiar y no pueden ser indígenas en otro lugar? Mientras que un Norteamericano, un europeo puede ser igual en todo el mundo…
Hoy hay muchas posibilidades de estudiar: uno se preparó como médico y atiende a su gente. También hay otros que se están preparando como profesionales.
¿Cuántos son los Yecuanas?
Son en total acerca de 6 mil personas, que viven en el Alto Orinoco, en el Alto Ventuari y en el Alto Caura. En nuestra zona – el Alto Ventuari – son al rededor de mil: son 20 comunidades, la más grande es Caacurí que tiene 800 personas, las demás son de 200, 100, 50. Lo que nos corresponde atender Desde donde cae en el río Manapiare en el Ventuari hasta el nacimiento, que es frontera con Brasil. Una cosa muy desafiante es la penetración a las comunidades de Tencua hacia arriba, porque el río presenta saltos, presenta tres: se interrumpe la navegación, ahí hay que cargar todo: gasolina, motor… una hora caminando por a selva hasta encontrar otro barco, seguir tres hora con el río navegable, pero peligroso, y luego hacer la misma cosa otras dos veces. Pero hoy est´muy difícil por el problema dela gasolina que no se encuentra y los gastos son muy grandes. Pero no hay otra alternativa para llegar allá.
¿Y cuántas comunidades hay hacia arriba?
Casi todas: ahí cerca de Tencua hay sólo 6 comunidades, las demás están para arriba de los saltos. Es casi una ilusión el apostolado en estas comunidades. Cuando podemos ir, entonces se va para 15 días, pero es sólo una vez o dos al año, por eso la labor evangelizadora camina lentamente. En estos años hemos hecho el taller de chinchorros, el taller de costura para las mujeres, ésto animó mucho. Ahora es ir y anunciar el Evangelio.