La espera

La vida de la Sierva de Dios Leonella Sgorbati, misionera de la Consolata

En su casa, como siempre, Rosita es sociable, simpática, laboriosa, generosa, pero mamá Teresa se da cuenta que su hija ha cambiado y conserva un secreto sobre algo  que ella no logra entender. Un día, puesta a prueba por  su madre,  la hija le confía: “Quiero hacerme religiosa”.

La madre, mujer de fe, le asegura que Dios proveerá y le ayudará a emprender el camino deseado. Pero Lorenzo, su hermano, quien había asumido las responsabilidades del padre,  afirma  que a los 16 años no se toman decisiones tan importantes; Rosita debe esperar a la mayoría de edad. Inicia de esta manera una larga espera.

Mientras tanto Rosita participa intensamente en las actividades de la Acción Católica, encuentra espacio y tiempo para visitar y ayudar, junto con su amiga Josefina, a las familias pobres y hablar con ella de las misiones. Un día Josefina le confía que muy pronto entrará a la Comunidad de las Misioneras de la Consolata, pero que primero deberá ir a Sanfré, en la Provincia de Cuneo, para acordar los detalles de su ingreso. Rosita la acompaña. El clima misionero que anima la casa de formación de las Misioneras refuerza  su decisión de consagrarse al Señor.

 

Cumplidos los veinte años, Rosita con firmeza, le dice  a su familia: “No he cambiado de idea, quiero hacerme  Religiosa Misionera”. Su familia acepta esta decisión pero desearía que no escogiera una comunidad misionera. Ella insiste: “Sé que se puede hacer mucho bien también aquí, pero yo quiero ir  a ayudarle a la gente que no tiene nada, a aquellos de los cuales nadie se ocupa y a los niños que mueren de hambre”.

El 5 de mayo de 1963 la espera de Rosita termina: llega a Sanfré para entrar en la Comunidad de las Misioneras de la Consolata.

La joven lleva consigo un rico equipaje de humanidad: su sonrisa abierta y sincera, la alegría, la amabilidad y la generosidad en el servicio a los demás.

El 20 de mayo inicia el Postulantado que en esa época duraba seis meses y empieza a experimentar la vida de comunidad y a comprender los compromisos de consagrarse a Dios y a la misión.

Seis meses pasan rápido y el 21 de noviembre de 1963, en Nepi (Viterbo), Rosita, a la cual le fue  dado el nuevo nombre de Sor Leonella, bajo la dirección sabia y prudente de Sor Paolina Emiliani, empieza otra etapa de su formación religiosa – misionera: el Noviciado. El 22 de noviembre  de 1965 hace la primera Profesión Religiosa.

Siempre con la mirada fija en  Dios y en la misión “ad gentes”, como quería el Fundador, el Beato José Allamano, Sor Leonella  deseaba partir lo más pronto para el Africa, sin embargo el camino para llegar donde había soñado ir era todavía largo.

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