
La Biblia está llena de personajes históricos, extraordinarios, excepcionales, de hechos únicos, milagrosos y sobrecogedores. Pero en realidad también está llena de normalidad, de existencias que nos parecen cotidianas, comunes, que no han dejado huella en los libros de historia. Sin embargo, son historias no menos interesantes…
Un hombre bueno y desafortunado
El libro cuenta la vida de Tobi, un hombre generoso con todos y respetuoso de la ley de Dios, dispuesto a compartir su propio pan con los pobres, a dar limosna y a enterrar a los muertos, también a los encontrados por los caminos incluso a los asesinados por el poder, y que hubiera preferido incluso que nadie se apiadara de los ejecutados (Tb 1,17-19). Por esto primero es castigado, y luego, cuando recupera sus bienes y puede volver con su familia, retoma la antigua y generosa costumbre salvo la de obtener, “a cambio”, el quedarse ciego a causa de los excrementos de un pájaro (2,9 -10). Casi parecería que quien ha hecho un bien recibe “a cambio” el mal (¿del destino? ¿Del cielo?). ¿Dónde está Dios, que debería castigar a los malos y recompensar a los buenos?
Ante la nueva desgracia, que deja a la familia sin apoyo económico, Anna, la mujer de Tobías, empieza a trabajar fuera de casa, con una familia buena y generosa. Pero cuando esta familia le regala un cabrito, Tobi empieza a sospechar, teme que sea el resultado de un robo (¿de su esposa? ¿De sus empleadores?) y le pide que se lo devuelva. Podemos admitirlo: hasta ahora podría habernos parecido muy desafortunado, pero en este punto Tobí también empieza a parecernos un poco exagerado. Ciertamente, eso es lo que piensa su esposa: “¿Dónde están tus limosnas?” ¿Dónde están tus buenas obras? ¡He aquí, que puedes ver claramente a cómo te has reducido!“ (2.14).
Por suerte Tobías se acuerda de un importante depósito de dinero que le dejó a un pariente, que se encentra a cientos de kilómetros de distancia, y piensa enviar a su hijo a recuperarlos (4,1-2).
A través de una serie de eventos, el hijo regresará no solo con la suma de dinero, sino también con una esposa y una medicina para su padre.
Nosotros no repasaremos todos esos hechos, pero tomemos la inspiración del libro de Tobías para recuperar tres observaciones que tal vez sean útiles para nosotros, lectores de la Biblia.

Un modelo no perfecto
Ya lo hemos escrito, hay momentos en que la admirable rectitud moral de Tobías nos parece decididamente excesiva y fuera de lugar. Está bien el heroísmo de seguir enterrando a los muertos a pesar de haber sido ya castigados por ese mismo hecho… pero ¿por qué ponerse a discutir con su esposa, acusándola de robo (a ella o a sus empleadores) por un regalo que simplemente se debía a la generosidad, a la misericordia, al buen corazón ante una situación indudablemente dura? ¿No será demasiado orgulloso y presuntuoso?
También en el resto del libro encontramos aspectos complicados: una cierta desvalorización de la dimensión física y del deseo en el matrimonio (8,7), una cierta cerrazón hacia el mundo no hebreo, la idea de que Dios predetermine todo en la historia, sin salvar la libertad humana, una vaga tendencia hacia lo mágico (Sara, la esposa de Tobí, está bajo el control de un demonio que asesina a sus maridos en la primera noche de bodas).
Algunas escenas, si bien irónicas, pueden dejarnos atónitos: los padres de Sara, después de haber intentado salvar la vida de Tobías impidiéndole que se casara con ella, tratan al menos de salvar la suya, cavando una fosa en la noche, con el fin enterrarlo antes del amanecer, y no añadir un cadáver a la lista de muertos. Después de todo, él era un forastero, nadie se habría dado cuenta (8,10-12).
Es una constante de la Biblia: no existen modelos perfectos, sin impecables. Incluso a Moisés, también a Elías, Dios habría encontrado fallas en algo. Y es significativo para nosotros: no sólo para permanecer en comunión con Dios, sino directamente para ser ejemplares, no tenemos necesidad de ser personas sin mancha. El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob no busca la humanidad ideal, sino la verdadera. Y por lo tanto, también nuestra humanidad, que probablemente no es perfecta, de todos modos aún permanece a la altura de Dios.
Peleas familiares
Por un lado, la relación entre Tobías y Anna su mujer, nos recuerda mucho lo que solemos encontrar en parejas que han vivido juntas durante muchas décadas: reproches, quejas, así como un uso acertado de los posesivos, hablando del hijo.
De hecho, cuando Tobí proyecta enviar a Tobias para recuperar el dinero, su mujer se lamenta por el hecho de que: “mi hijo” era el único bastón de su vejez, aunque Tobi intenta convencerla de que “nuestro hijo” volverá a casa tranquilo. Entonces, cuando los días del viaje deberían haber concluido y Tobias aún no estaba a la vista, (no podían saber que mientras tanto Tobías había encontrado una esposa… y una fiesta de bodas), Anna continúa ojeando el horizonte y a llorar la desaparición de “mi hijo” (9,5), que sin embargo se convertirá, según sus palabras, en “tu hijo” (11,6) cuando finalmente lo vea reaparecer en el horizonte.
Por otro lado, Tobi no involucra a su esposa en sus elecciones, no confía en ella, incluso si luego invita a Tobías a respetarla y a no hacerla sufrir (4.3-4).
Nos encontramos ante una pareja normal, no exenta de roces y fricciones, pero sin embargo tendiente al bien del otro, aunque muchas veces no parezca capaz de explicarlo o decirlo.
De nuevo, es la vida normal, no perfecta pero no sin bondad, a veces un poco escondida en los pliegues de la vida cotidiana. Dios parece ver, valorar y apreciar esta bondad “cotidiana”, “normal”. No parece un Dios centrado en las imperfecciones, en los deslices, de las imprecisiones. Lo cual, probablemente, es reconfortante para cualquiera que haya descubierto que está lejos de ser perfecto.

¿Una historia inventada?
El libro de Tobías también puede servirnos como pretexto para otra observación.
¿Cuándo y dónde sucedió lo que nos cuentas? ¿Realmente ha sucedido?
El libro es generoso con anotaciones geográficas y cronológicas. Sostiene, por ejemplo, que Tobi era joven en el momento de la muerte del rey Salomón (931 a.C.: cfr. Tb 1,4), fue deportado junto con la tribu de Neftalí, por tanto en el 734 a.C. (1,5.10) y su hijo Tobías muere después de la destrucción de Nínive (612 a.C: Tb 14.15). ¿Dos vidas humanas para cubrir más de trescientos años? Además, muchos otros detalles históricos son imposibles o altamente improbables.
Si luego agregamos que el libro no aparece en la Biblia hebrea, no ha sido difícil para los biblistas sostener que la ambientación y la historia son inventados. ¿Por lo tanto? ¿La Biblia también nos miente?
Pensemos en un abuelo que cuenta cuentos a sus nietos. ¿Son historias reales? Nadie pensaría eso. Al mismo tiempo, probablemente cuentan aspectos auténticos de la vida humana, útiles para vivir bien.
El libro de Tobías, como tantos otros de la Biblia, tiene la misma pretensión de narrar realidades sinceras, fidedignas, útiles para vivir, sin que sean necesariamente históricas. Como en muchas de nuestras películas, el hecho de que la historia no sea “verdadera” no implica que no sea “auténtica” y vital.
Angelo Fracchia, biblista