La pequeñez de Dios

Una reflexión de Hna Simona que nos prepara a la Navidad

La increíble capacidad de Dios de hacerse pequeño: es tal vez lo que logra asombrarnos más, fascinarnos hasta enternecernos y capturarnos – entre el estupor y la incredulidad – encantados ante el pesebre.

Hace algún tiempo permanecí particularmente impresionada ante una reflexión que el obispo de Civita Castellana, diócesis a la que pertenece nuestra Casa General, nos ofreció con motivo de la peregrinación de la estatua de San Miguel Arcángel a la parroquia de Nepi. Partiendo del significado del nombre Miguel: “quién como Dios” – Mons. Rossi se adentró en el misterio de la grandeza de Dios, pero también de su pequeñez. Es bastante fácil para nosotros pensar que por supuesto, nadie es como Dios porque Dios es grande, Él es infinito, mientras que las criaturas son pequeñas, finitas. Dios es omnipotente, omnisciente, omni… mientras que sería muy presuntuoso aplicar el prefijo “omni” a una criatura. Por tanto, es evidente que nadie es como Dios porque nadie es tan grande como Él.

Sin embargo, el Obispo nos ayudó a reflexionar, tratemos de preguntarnos también si alguno de nosotros optaría por hacerse tan pequeño como Dios. Es decir, de descender, de vaciarse, anonadarse, aniquilarse .por amor. De hacerse pequeño, pequeñísimo. Él, el Infinito, nacer en una cueva, vivir en un pequeño pueblecito trabajando como carpintero, siendo Dios. Y de hacerse Siervo por amor, Aquel que lava los pies…, El que perdona los insultos y las ofensas, Aquel que se dona por completo a sí mismo y se entrega a la muerte, y a la muerte de cruz. ¿Quién es como Dios en su pequeñez…, 

¡Bendita pequeñez de Dios, que desciende entre nosotros! ¡Bendita pequeñez de Dios, que se hace niño para nosotros! ¡Bendita pequeñez de Dios que se convierte en pan y vino, comida y bebida para nosotros!

Ven, Señor Jesús, en nuestra pequeñez y hazla tuya. ¡Tú, Infinito que sabes recogerte en un fragmento de pan, fecunda del Eterno cada fragmento de nuestra existencia! ¡Tú, Verbo que te unes a la carne, haces de nuestra humanidad transparencia del Invisible! ¡Tú, Creador que moras en la criatura, danos un corazón puro que sepa verte en todo! Tú, Todopoderoso que te regocijas por tu pequeñez, danos la alegría de los pequeños que saben regocijarse en Ti.

¡Maranatha, ven Señor Jesús!

Hna. Simona Brambilla, MC

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