MUJERES CONSOLADAS Y CONSOLADORAS/1

Colombia

Hna Palmira, misionera de la Consolata portuguesa que vive en Argentina, nos comparte una reflexión sobre la dimensión de la consolación en la vida misionera.

Deseo empezar mi sencilla reflexión, desde la mirada hacia el núcleo de la identidad de las Misioneras de la Consolata, o sea nuestro carisma. Padre Fundador nos recuerda que la razón de nuestro existir es la virgen Consolata. La Consolata se convirtió en inspiradora del ser y qué hacer del Beato José Allamano. Y el Allamano se hizo instrumento de Dios, tomando la Consolata como modelo. Él siempre nos recuerda que “somos sus hijas predilectas, y ella es nuestra Madre muy tierna, que nos ama como la pupila de sus ojos” La Consolata nos ama como la más tierna de las madres. Ella es nuestra de manera muy especial por tal razón nosotras somos Consolatinas.

Hoy  contemplo ese manantial del que fluye la energía vital de  la Consolación con profunda gratitud, y mirando a la Madre del Consolador, aquella que es Madre, y principio de nuestra identidad.

La Consolata ocupa un lugar primordial en nuestro caminar, como: Madre, maestra modelo y guía en la vivencia de la misión y  siempre nos precede y abre camino para que como ella llevemos al mundo la consolación, Jesús consolador y esperado de las naciones. El Beato Allamano nos dice. “El nombre que llevan debe animarlas a convertirse en lo que deben ser.” Ser Misionera de la Consolata no é solamente un título, es un don que cualifica la misión.

 La Consolata es la consolada y consoladora. La Misionera es por vocación: persona profundamente consolada, porque identificada con su proprio carisma y en íntima relación con Cristo e su amor salvífico, al mismo tiempo persona llamada a proclamar hasta los confines del mundo la salvación.  “Él nos consuela en todos nuestros sufrimientos, para que nosotros podamos consolara también  a los que sufren, dándoles el mismo consuelo que Él nos ha dado a nosotros” (2cor1, 34). La misionera está llamada a vivir esta experiencia de Dios, y a la vez a ser cauce por donde Dios alcanza el corazón de cuantos esperan su consuelo. Esta doble dimensión es intrínseca  a nuestro carisma, genera un movimiento dinámico, que engendra vida, como bien dice el estribillo de canto. “Nuestro carisma es consolación… consolación que viene de Dios…Está en ti pasa por mí y corre al encuentro de cada hermano”.

He aquí nuestra realidad de mujeres consoladoras: Vivir la  experiencia del grande amor que nos transforma, y hace salir al encuentro, de los hermanos siendo  canales  por donde circula la consolación de Dios. Hoy este llamado se presenta muy vivo en el corazón de la misionera de la Consolata, que busca ser coherente, fiel e  identificad con esta realidad heredada, y testimoniada por la entrega de tantas hermanas que nos han presidido y siguen siendo modelos y guía en el camino de la entrega a Dios y a los hermanos.

Apenas alguna pincelada de los testimonios de hermanas que siguen marcando el ritmo de nuestro ser y actuar como mujeres consolatine.

La hermana Irene Stefani de sus escritos podemos percibir, como su vida era centrada en Jesús en el amor a los demás.“Solo Jesús! Todo con Jesús! Todo para Jesús, y nada para mi” Irene era toda para Jesús y para la gente, tanto que la gente la llamaba Nyaatha la Madre Toda Misericordia y grande corazón.

También la hermana Leonella  Sgorbati, fue una persona en continua tensión hacia Dios, y la misión. Era centrada en Cristo, dedicada a salvar vidas.

Fue una mujer de grande sonrisa con la que llegaba al corazón de cuantos la acercaban. Supo ser extraordinaria en lo ordinario, como nos querría el Beato Allamanno. Fiel hasta el final y sus últimas palabras son para nosotras un valioso programa de vida. Perdono, Perdono, Perdono.

(sigue la próxima semana)

Hna Palmira, mc

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *