
Hna Palmira nos cuenta la dimensión de la consolación en la vida misionera
Hoy la misionera vive la consolación desde la inculturación en la realidad del pueblo, consciente de que el terreno que pisa, es lugar sagrado donde Dios habita.
Camina junto al pueblo, respetando el ritmo de su andar, siendo muy atenta a las situaciones y manifestaciones culturales donde el actuar de Dios la sorprende.
Sabe que es enviada con una misión…”ir allí” donde nadie quiere ir, ir a los no cristianos tal actitud es proprio de la misionera de la Consolata, no dejar solos aquellos a quienes hemos sido enviadas.
Sabe ser cercana, humilde, servicial, acompañando a la persona en la recuperación de su identidad de hija e hijo de Dios. Es mujer de ojos abiertos, sabe observar, reconocer e intuir las preocupaciones, que se reflejan en la mirada de las personas.

Vive la misión de consolación desde la comunidad, creando espacios a la apertura y acogida a cuantos necesiten atención, cuidado e escucha, donándoles apoyo en la recuperación de la propia dignidad y autoestima, como el Buen Samaritano. La misionera en la vivencia de la misión da una especial atención a la promoción de mujer, en particular dedica tiempo al acompañamiento de aquellas que viven situaciones de riesgo, vulnerabilidad, marginación. Sabe quedar y acompañar.
Como mujer de consolación sabe llegar al “corazón “con actitud pacífica y en muchas ocasiones mediando la paz. “Opten por la mansedumbre como camino de transformación” Ama la vida, la defiende hasta las últimas consecuencias, y cuando esa es amenazada, opta por quedar juntos a los crucificados de hoy, amando y defendiendo la vida. Como María en el calvario, cuando todos habían huido, María permanece con la fortaleza de una madre junto a su Hijo cuya presencia es la más grande Consolación.
Concluyendo esta reflexión me viene a la mente esta imagen que les deseo compartir. La consolación como una orquesta sinfónica, cuya gran variedad de instrumentos le permite ofrecer un concierto de mucha belleza.
Así es nuestro ser mujeres consolatinas, con la riqueza de la interculturalidad e internacionalidad, cada una pone lo mejor de sí misma (dones, talentos) al servicio de una única misión, e guiadas y animadas por la energía del carisma, ofrecemos al mundo la verdadera consolación. Cristo el Consolador.
Que podamos seguir “afinando” nuestros sentidos y con la mirada y el corazón puestos en el hoy que nos toca vivir, hagamos sentir la sinfonía del amor que salva redime y consuela, a nuestro mundo tan golpeado por el dolor, angustia y la “muerte”.
Hna Palmira, mc