La Hermana Gertrudes es una misionera mozambiqueña que, después de haber desarrollado su labor misionera en Mongolia durante algunos años, se encuentra ahora en Kenia, empeñada en el apostolado con jóvenes ex-prisioneros.
La Casa de la Consolación, donde me encuentro desde hace aproximadamente un año, es una casa de acogida y consolación para ex detenidos. Tiene como patrón a San José Cafasso, quien en su vida siempre ha acompañado a las personas condenadas a muerte estando cerca de ellas, escuchándolas, orando con ellas, preparándolas para enfrentar la muerte y dandoles consolación.
En este Centro buscamos que los muchachos se conviertan en parte activa y responsable de la sociedad. La misión es la de favorecer la transformación de los jóvenes ex-prisioneros a través de un camino de rehabilitación y autoestima, a fin de que puedan dar su aporte para crear una comunidad mejor.
Los valores que nos guían son la fe, la integridad, la colaboración, la profesionalidad, la promoción del asociacionismo, la creatividad y la innovación.
1- Desarrollo espiritual, psicosocial y aporte de habilidades para la vida de jóvenes ex prisioneros.
2- Facilitar el proceso de reintegración en las familias y en la comunidad.
3- Promoción de la educación formal e informal y de la capacitación específica.
4- Promoción de una buena organización del trabajo y búsqueda de una ocupación.
5- Asegurar la eficacia y la sostenibilidad de las intervenciones.
Los instrumentos a través de los cuales se intenta lograr estos objetivos son de tres tipos: espiritual, educativo y formativo.
Cada joven tiene la posibilidad de seguir un camino espiritual, de asistir a la escuela y de aprender los diferentes trabajos agrícolas que en la comunidad se desarrolan cada día. De hecho, con el doble objetivo de enseñar un trabajo a los muchachos y para apoyar la sostenibilidad del proyecto, hemos activado diversas actividades agrícolas, entre ellas: la cría de conejos y pollos para la venta, así como también del ganado para la leche y el cultivo de los campos. A estas actividades se les ha agregado la producción y venta de pan.
Mi tarea específica es la de ofrecer consuelo a estos jóvenes, escuchándolos en grupos o mediante entrevistas individuales, brindándoles consejos, alentándolos, prestando atención a sus necesidades.
Siempre trato de hacerles entender que, a pesar de los errores cometidos en el pasado, la vida puede cambiar porque siempre se nos da una segunda oportunidad.
Otro empeño que tengo es visitar a los jóvenes y a las jóvenes que aún están recluidos en la prisión para menores. Con ellos me ocupo de la formación humana: abordo con ellos cuestiones relacionadas con los valores de la vida, la autoaceptación y la autoestima. También organizo algunos talleres de música para ellos.
Uno de los desafíos más importantes a los que siento el deber de afrontar es el de favorecer la reconciliación entre ellos y sus padres, porque a menudo hay un rechazo recíproco difícil de superar.
Estos jóvenes llevan muchas heridas dentro de sí mismos a causa de lo que han experimentado en el pasado, por eso tratamos de ayudarlos lo más posible para resanar esas experiencias negativas.
A pesar de las dificultades que encuentro, este trabajo me da mucha alegría y me siento satisfecha de poder ayudar y estar cerca de estos jóvenes que, a pesar de los errores cometidos en el pasado, mantienen su dignidad como personas y estando aquí tienen la posibilidad de cambiar su futuro y de realizar sus sueños.
Hna Gertrudes Vitorino, mc