
Hna Sandra nos comparte como la cultura del pueblo mongol ayude a superar la crisis de la pandemia
Recuerdo que en el mes de marzo, mi hermano me envió una entrevista hecha al profesor Woo-Jo Kim, director del Hospital Universitario de Guro en Corea del Sur, quien en sus reflexiones decía: “Todos los países están enfrentando la pandemia a partir de su cultura y de sus posibilidades”. Esta frase se verificará en la realidad del pueblo mongol.
Viendo el panorama internacional, cómo los diferentes países han afrontado la crisis provocada por el nuevo Coronavirus, podemos comprobar lo bien que Mongolia ha sabido gestionar la crisis. Hasta ahora ha tenido un número muy bajo de contagios y ninguna muerte. Después de los días de la cuarentena, la economía se ha recuperado bastante. Solo quedan suspendidas algunas actividades, particularmente aquellas que requieren reuniones de mucha gente. Por lo demás, el país parece haber vuelto a la normalidad. Sin embargo, hay que admitir que hay circunstancias que por sí mismas mantienen alejada la pandemia: una densidad de población de 1,9 habitantes por km², una extensión territorial de 1.566 km², el hecho de que durante el invierno los viajes a Mongolia se hayan reducido al mínimo, que haya solo un aeropuerto internacional en todo el país y que los ingresos al mismo por vía terrestre también sean muy pocos.
Además de esto, ¿cómo ha contribuido la cultura mongola a una mejor gestión de la crisis? A mi parecer, su familiaridad con la naturaleza y su impacto potencialmente peligroso en la vida humana, la positividad ante las dificultades de la vida, la solidaridad familiar, el sentido de la provisionalidad y el saber vivir con lo esencial, son elementos que han ayudado y aún siguen ayudando a actuar del modo que la crisis de la pandemia haya sido bien gestionada desde el principio y no se haya precipitado en tensiones sociales.

Como pastores de rebaños, los mongoles están acostumbrados a las epidemias de los animales, algunas incluso peligrosas, porque se pueden transmitir al hombre. Para evitar la propagación de estas enfermedades, ellos ya tienen protocolos muy claros: aislar a los pueblos o regiones individuales, sanear las zonas infectadas, los medios de transporte e incluso a las personas. Cierran restaurantes, escuelas, y caminos, y todo el que quiera salir o entrar a estos lugares debe obtener un permiso especial. Los que viven en contacto con la naturaleza de esta manera saben acoger sus crisis como parte de la vida. En tiempos antiguos, nuestros antepasados también estaban acostumbrados a hacer cuarentenas. Ahora nosotros, aislados en las ciudades, ya no nos sentimos tocados por el entorno externo. Para que nos diéramos cuenta tuvo que ocurrir algo grave como la pandemia de un nuevo coronavirus. En cambio, para la población de Mongolia, la cuarentena es una medida de precaución con la que ya están familiarizados. Entonces, tener que afrontar ahora esta epidemia, aunque indudablemente de una gravedad excepcional e inesperada, no fue tan dramático para el pueblo mongol, ya que conocía un buen número de normas y prácticas efectivas.
Los nómadas son expertos en el arte de sobrevivir en condiciones de vida hostiles y por ello saben tener una mirada positiva ante todo, incluso ante acontecimientos llenos de dificultades e incertidumbre. Desde el principio, y aún sin saber qué pasaría realmente en el país, los comentarios de la gente eran optimistas: “todo irá bien”. A pesar de estar al día con las preocupantes noticias de la evolución de la pandemia y de saber que su país no cuenta con infraestructuras adecuadas para hacer frente a la gravedad de la situación, confiaban en que con las sencillas aunque rigurosas normas adoptadas por el gobierno todo acabaría con éxito. Ciertamente, es mérito del gobierno el haber tomado las medidas adecuadas a la situación. Podemos decir que no perdieron el tiempo, pero con humildad reconocieron que tenían que mantenerse alejados de un enemigo al que no eran capaces de combatir. La humildad y la firmeza les permitieron afrontar bien esta crisis. Ser positivos y realistas resultó ser una buena combinación.
La positividad lleva a los mongoles a no preocuparse por lo que no se puede hacer. Esto abre la mente y el corazón a las diferentes oportunidades que la crisis trae consigo. Es como si dijeran: “hoy no hay nada para nosotros, ni tampoco lo habrá mañana y tal vez ni siquiera este mes, pero luego algo sucederá, y este tiempo difícil terminará, tendremos oportunidades para recomenzar y estaremos mejor”. Incluso en los momentos más difíciles, siempre hay algo bueno que esperar. Y así, cuando les preguntas cómo están respondiendo , dicen “zugeer, zugeer”, (todo bien). Esta positividad ante las dificultades se traduce en cierta esperanza de tiempos mejores, esta esperanza les da la fuerza para afrontar tantas contrariedades. Ciertamente esta esperanza le ha dado al pueblo tanta tolerancia y fortaleza en medio de las incertidumbres y de los temores que esta crisis ha provocado.

Una de las primeras medidas de la cuarentena fue la suspensión de las clases y todo tipo de reuniones. La familia nómada es una familia extensa, una gran red en la que todos colaboran con todos para llevar la familia adelante, aún estando a menudo separados por kilómetros de distancia entre ellos. La gran mayoría de los que viven en la ciudad tienen parientes nómadas que viven en el campo. Tener a alguien que pudiera acoger especialmente a los más pequeños en lugares remotos, lejos de la posibilidad de contagio, ha ayudado a crear una sensación de alivio en las familias. Esto también facilitó el cumplimiento del distanciamiento social obligatorio.
El nómada está acostumbrado a vivir con lo esencial, día a día. Experimenta que lo que hoy se tiene mañana ya no estará más, que hay tantas cosas que así como llegan, se van. El trabajo es la fatiga para el hoy y siempre de una forma o de otra obtienen lo que necesitan. Sus planes son para hoy, no para mañana. Viviendo así, la crisis de la pandemia no ha derribado grandes proyectos personales. La crisis no ha ocasionado grandes “pérdidas”. Solamente ha confirmado que el futuro es siempre incierto y que sigue siendo sabio invertir en el presente. Viviendo así con lo esencial, la pérdida siempre es pequeña, la abundancia es voluble y ligada a las circunstancias. Ciertamente se busca un futuro mejor, pero eso llegará cuando quiera.
Sí, la gente de Mongolia supo activar y utilizar bien tantos valores culturales. En cuanto a nosotros, que recorremos junto a ellos los mismos caminos, ¿cómo no sentirnos desafiados en nuestra confianza en Dios, a mantenernos serenos y esperanzados ante la incertidumbre? La pandemia puede convertirse también hoy para nosotros en una oportunidad para el bien y, sobre todo, para un salto de calidad en la fe y la confianza en Dios.
Hna Sandra, mc
Gracias por tu experiencia, sobre lo que realmente es “importante”…