Entrevista a la Hna Evangelia, misionera de la Consolata en Kenya
Cuéntanos un poco de ti y de tu vocación
Nací en Palazzolo S/O Provincia de Brescia (Italia), el 23 de agosto de 1939, crecí en una familia cristiana, mis padres trabajaban y mi abuela me acompañaba, por lo tanto ella como mis padres me han ayudado a crecer en la fe. Yo era muy activa en la acción católica.
Al estar vinculada con la parroquia he tenido la oportunidad de ser animada misioneramente por los sacerdotes de mi parroquia. Una vez uno de los sacerdotes, que acompañaba la pastoral vocacional y misionera, invitó un misionero del PIME que trabajó en la China, para dar su testimonio; yo quedé tan entusiasmada que me dije: “Yo quiero ser misionera”.
Mi director espiritual me dio que me haría conocer un Instituto, las Hermanas Misioneras de la Consolata. Yo nunca había escuchado ese nombre, pero me llamó mucho la atención, me impresionó positivamente que incluso hoy cuando pienso en aquel momento todavía vibro. Por lo tanto el párroco organizó que yo fuera a la celebración de la vestición de un grupo de jóvenes, en Sanfré, donde era el noviciado en aquella época.
Participé en la celebración y el Señor me indicó claramente lo que Él quería de mi, yo había conocido otras congregaciones en mi proceso de búsqueda, pero al final, con un buen acompañamiento por parte del Director espiritual decidí entrar en el Instituto de las Hermanas Misioneras de la Consolata.
Nos puedes contar tu impresiones después de haber encontrado por primera vez las Hermanas Misioneras de la Consolata?
Cuando terminamos la celebración en Sanfré fuimos a Turín y en el carro en que yo iba le dimos transporte a dos misioneras de la Consolata que partían para el Kenya (Sr. Elide y Sr. Icilia); durante el viaje yo les di mi dirección, pues estaba entusiasmada, luego ellas desde el barco donde viajaban me escribieron una tarjeta que decía: “Desde la Nave África un recuerdo, oraciones y saludos”.
Mi proceso vocacional continuó, escribí al Instituto y fue aceptada por la Madre Nazarena para entrar a la primera etapa de formación, en el año de 1956. Hice toda mi formación en Italia, luego fui destinada a Porto Maurizio para trabajar en la escuela y colaboraba en la parroquia en la catequesis y el oratorio para jóvenes.
Donde has estado en misión?
En el año de 1970 recibí mi destinación para el Kenya donde estuve por espacio de 14 años, después regresé a Italia para trabajar en la animación misionera y vocacional, después en el 1992 me pidieron de ir a Etiopia y quedé 4 años donde he visto crecer una misión. Regresé a Italia por 8 años, luego me pidieron de estar en Londres por 4 años y después regresé al Kenya en el año 2014. Por lo tanto mi entrega al Señor la he vivido como consagrada y misionera en varios países, esa es nuestra alegría: servir al Señor donde las superioras nos piden para compartir la fe y para aprender de las personas con las que estamos en contacto.
Nos puedes compartir algún evento que ha sido para ti signo de la consolación de Dios?
Yo entré muy joven al Instituto, tenía 16 años, y en un momento de la vida me pregunté si era lo suficientemente madura para ser misionera y he comenzado a repasar mi vida y los eventos que he vivido como religiosa, como misionera y he visto los signos claros de Dios que confirmaban mi vocación, por lo tanto he experimentado la consolación de Dios en mi etapa vital de la media edad, ayudándome a madurar más en mi vocación y a confirmar mi opción por el Señor y la misión.
Seguramente has experimentado muchas alegrías en tu vida misionera, nos puedes relatar algún evento que te ha dado alegría como misionera, como consagrada?
Cuando trabajé como directora de una escuela, acompañaba la catequesis para primera comunión y confirmación y era miembro del consejo pastoral, por lo tanto tenía contacto con las familias de los niños y niñas. Un día una mamá me escribió una carta muy conmovida diciendo que cuando ella llevaba los niños a la escuela se sentía muy consolada y agradecida porque no se sentía sola y en los momentos en que no era serena, hablaba conmigo y se sentía mucho mejor, más serena y consolada.
Otro hecho me aconteció en Inglaterra cuando llevaba la comunión a una señora, ella me agradeció siempre porque le llevaba la Eucaristía y esta visita de Dios la hacía revivir y mi presencia la animaba para aceptar su situación de enfermedad.
Por lo tanto la alegría de la misión en estos dos hechos me dicen que el Señor trabaja en medio de mi debilidad y transmite consolación cuando nos relacionamos con las personas y sobre todo cuando las acercamos a Jesús Eucaristía.