Cuando el cielo está en la tierra

Nuestro viaje para descubrir a los pueblos amazónicos nos lleva este mes a Venezuela, donde se encuentran los Yekuanas, que viven en los estados amazónicos del sur del país: Amazonas y Bolívar, mientras que un pequeño grupo está ubicado en el estado de Roraima, Brasil. Son parte de la familia lingüística de los grupos indígenas caribeños, y los últimos censos han calculado una población que varía entre 5,000 y 10,000 personas.

Si la colonización del país ha comenzado tempranamente, cuando Cristóbal Colón fundó el primer asentamiento colonial en el estado actual de Sucre en 1498, la conquista del territorio venezolano fue larga y ha durado más de tres siglos. En la parte occidental la colonización fue rápida y trágica, un verdadero genocidio, mientras que para someter a los pueblos del grupo Caribe, los españoles combatieron durante más de doscientos años. Con la colonización y el avance de los europeos, los pueblos indígenas fueron impulsados hacia las periferias del territorio.

Los Yekuana entraron en contacto con los europeos recién en el siglo XVIII, primero como aliados de los españoles, y luego obligados a realizar trabajos forzados, en el siglo XIX, trabajando en la extracción del caucho. Muchos se rebelaron, otros se trasladaron al territorio brasileño. Durante mucho tiempo resistieron a la presencia de las misiones cristianas, tanto católicas como protestantes. Hasta hoy, la primera evangelización es vista como un momento negativo, porque la experiencia religiosa nativa fue demonizada. Cuando se cerraron las primeras misiones, durante más de un siglo no hubo ni una presencia de la Iglesia en el territorio Yekuana. En los años treinta y cuarenta del siglo XX llegaron los salesianos y las salesianas, y hasta el día de hoy el trabajo pastoral más consistente lo realizan  ellos. Incluso desde hace  más de veinte años las Misioneras de la Consolata tienen una  presencia entre los Yekuana en Tencua. La presencia de las misioneras ha cambiado un poco la distribución de la población, que al principio estaba muy dispersa y ahora tiende a reunirse en aldeas más numerosas. También debemos indicar que en la actualidad más de mil Yecuanas viven en el área urbana, especialmente en Puerto Ayacucho, la capital del estado de Amazonas.

 

Tencua

Los Yekuana no solo han preservado su territorio ancestral, sino que también lo han extendido. No obstante, aunque la Constitución del Estado venezolano reconoce a los pueblos nativos el derecho de poseer la tierra, hasta hoy los Yekuana no han obtenido la llamada homologación de la tierra, es decir, el reconocimiento oficial y definitivo de su territorio por parte del Estado.

Los Yekuana también se llaman “Maquiritarius”, un nombre que indica su destreza como navegantes en canoa, y que deriva del primer contacto con un hombre blanco, que ocurrió cuando un jesuita llegó a sus asentamientos, y ellos le ayudaron a viajar por el río, buscando a los cazadores de esclavos portugueses. Era el año 1744. La relación con el río es fundamental para la vida de los Yekuana. Otra actividad económica importante es la agricultura semi-sedentaria: los hombres son responsables de limpiar y preparar la tierra, mientras que las mujeres cultivan principalmente mandioca, a la que le dedican mucho tiempo para su preparación culinaria. Más adelante veremos que no se trata solamente de un trabajo, sino más bien de una experiencia profundamente religiosa.

Es interesante la casa tradicional de los Yekuana en la que vivían en pequeños grupos, a orillas del río, era una casa comunal llamada Atta, que podía alojar de 60 a 100 personas. Hoy en día, la Atta está construida en el centro del pueblo y ya no es un hogar para vivir. Tiene forma circular, con un techo cónico. La Atta es una representación de la cosmovisión Yekuana, y nos dice mucho sobre la visión de la realidad y la experiencia religiosa de este pueblo.

Tencua

La Creación para los Yekuana es un árbol al revés: todo lo que existe tiene sus raíces en el Cielo, llamado Cajuña, porque todo tiene su origen allí. Pero, interviene Odosha, un ser espiritual negativo, que le hace perder a la Tierra el contacto con el Cielo, de modo que ahora la realidad está a merced de este ser maligno. En varias ocasiones, el Dios bueno: Wanadi ha enviado a seres espirituales para ayudar a la gente, pero sin resultado. Finalmente, Wanadi manda a otro enviado que revela a los Yekuana cómo construir la casa, que es una reproducción del Cielo, de Cajuña. Cada espacio de la Atta representa y reproduce un espacio de Cajuña. Y por lo tanto, incluso si la Tierra está en manos de Odosha, el maligno, la presencia del Cielo sobre la Tierra está garantizada en Atta. En el centro de la casa circular hay un palo muy importante: que representa la conexión entre el Cielo y la Tierra. Allí es donde los médicos tradicionales realizan ritos de sanación. Estar en la Atta corresponde a estar en el útero del Dios creador Wanadi.

Incluso el campo cultivado es una imagen del cielo, y la preparación de la tierra no es solo un trabajo manual de los campesinos, sino también una práctica religiosa profunda para la gente, que alterna el trabajo de deforestación con música y bailes rituales. Para sembrar, es necesario esperar las lluvias, y lo primero que se siembran son cuatro tubérculos de mandioca. A partir de ese momento, son las mujeres quienes se ocupan con orgullo de ese pedazo de Cielo en la Tierra que alimenta a cada individuo Yekuana.

Los Yekuana han ingresado a la educación formal y desde hace algún tiempo se ha introducido la educación bilingüe. Hay proyectos para capacitar a los maestros varios de ellos para los diversos pueblos, al menos para los más accesibles. Como en muchas otras partes del Amazonas, desafortunadamente, los Yekuana también deben defender su territorio de la extracción minera que es un grave riesgo para los ríos, de los que depende su vida: la inevitable contaminación de la extracción de oro y petróleo sería el fin de su existencia.

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