En Somalia

Hoy, 7 de octubre, recordando la Beatificación de nuestro Fundador, Beato José Allamano, seguimos leyendo la vida de una hija suya, que ha sabido emprender el camino de la santidad en su vida misionera: la Sierva de Dios Leonella Sgorbati

La presencia de las Misioneras de la Consolata en Somalia se remonta a los tiempos del Fundador. En 1925, el Padre Allamano, despidiendo al primer grupo de Hermanas que salían para esta misión, situada en el Cuerno de África, dijo: “Id, sembrad, no importa si no recogéis los frutos ahora, los recogerán después el Señor y la Virgen”.
A principios de 1960, Somalia conquista su independencia y muchas estructuras construidas por los europeos, especialmente las Escuelas y los Hospitales, son nacionalizadas.
En 1991, el Presidente Siad Barre es depuesto y comienza la guerra civil. El mismo año, un éxodo forzado, obliga a las Misioneras de la Consolata que allí trabajan, a regresar a Italia. Sin embargo, cuatro de ellas permanecen y trabajan como voluntarias en el Hospital SOS, Kinderdorf International, que es la única estructura sanitaria de tipo pediátrico existente en Mogadiscio y que ofrece su servicio gratuitamente.

En el año 2000, el SOS programa abrir una Escuela de Enfermería en Mogadiscio. Para realizar el proyecto involucra a las Misioneras de la Consolata, en particular a Sor Leonella, quien tiene una gran experiencia en este ámbito.
En el 2001, Sor Leonella llega a Somalia y encuentra un país lacerado por diez años de guerra civil, marcado por la anarquía y la carestía, con muchos campos de refugiados y un fuerte fundamentalismo religioso.

En el 2002, no obstante la situación precaria y difícil, la Escuela de Enfermería abre sus puertas.
La vida de las cuatro Misioneras de la Consolata es serena y fraterna, saben que están en medio del peligro aun solo cruzando la calle para entrar en el Hospital, pero optan por permanecer en el país.
Desde Mogadiscio, para describir la situación de incertidumbre y de peligro en la cual diariamente viven, Sor Leonella, con lucidez y conscientemente escribe: “Existe una bala que lleva mi nombre y solo Dios sabe cuándo llegará. Con la fuerza de la fe – agrega – mi vida la he donado al Señor y El puede hacer de ella lo que quiera”.
En agosto de 2006, sor Leonella tiene la satisfacción de entregar los diplomas al primer grupo de graduandos somalíes; diplomas internacionalmente reconocidos, porque en el 2005 ella había logrado obtener, de la Organización Mundial de la Salud, el reconocimiento de la Escuela.

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