
El Adviento es espera y memoria. Sí, porque esperamos no a un desconocido, sino al Amor, y lo esperamos porque ya lo hemos gustado, y sentimos la nostalgia, la necesidad, el deseo. ¿Quién de nosotros no espera el amor? ¿Quién de nosotros ya está saciado de Amor, tanto como para decir: “basta, no quiero más”?
La espera del Amor involucra a toda nuestra persona: cuerpo, mente, corazón, entrañas, espíritu, fuerzas vitales, pensamiento, sentimiento, alma… La expectativa del Amor envuelve a todos nuestros sentidos, externos e internos.
La espera del Amor involucra a la vista. Si esperas al Amor, escudriñas el horizonte, listo para interceptar la primera aparición de su luz. Pero si esperas al Amor, escudriñas también tus profundidades, tu corazón, y hasta los bosques más oscuros de tu alma, porque de alguna manera intuyes que el Amor ya está ahí, te ha precedido y te descubres esperada por el Amor, precisamente allí, en los rincones más recónditos y oscuros de tu ser. Si esperas al Amor, lo buscas y lo descubres también cerca, muy cerca, en el que vive a tu lado, en la realidad de todos los días, en el pájaro que gorjea en el techo, en la madre que cocina, en el hijo que juega, en el marido que duerme a tu lado confiado, en la hojita nueva que ha brotado en la planta en el pasillo, en la sonrisa de una amiga, en el emoji sonriente que llega a tu celular…
Escruta el horizonte, escudriña tu profundidad, explora la realidad cercana a ti… espera al Amor con la vista.

Hna Simona Brambilla, mc