
La Hermana Adanech, una joven misionera de la Consolata etíope, nos comparte algunos encuentros de los primeros tiempos vividos por ella en Kirguistán.
Después de cuatro meses de mi llegada a Kirguistán, más precisamente en Jalal-Abad, vengo a contarles a ustedes algunas experiencias que tuve, conociendo a la gente de Kirguistán (son kirguises, rusos, uzbekos, tártaros…), son narraciones breves pero muy significativas, que marcan el inicio de la nueva misión y de la nueva vida entre los no cristianos, y cómo el carisma ad gentes se encarna en el pueblo kirguís.
En la Universidad
Un día estaba en clase con mis amigas y compañeras, todas musulmanas. Cuando llegamos al salón de clases no estaba la maestra, y mientras la esperábamos, conversábamos para conocernos un poco, con mi pobre ruso, pero lentamente, poco a poco yo iba tratando de responder a sus preguntas, entre las cuales, una de ellas, llamó mi atención:
“¿Qué es esa cosa es lo que tenés en el cuello? ¿y por qué lo pusiste? ¿Qué significa eso?”
¡Imaginen lo que significa responder a esta pregunta con solo 2 o 3 meses de estudio de la lengua
¡Sin embargo, el Señor que puse alrededor de mi cuello fue bueno y me ayudó!
He tratado de responder que eso era el crucifijo de Jesús, les mostré la imagen de Jesús en la cruz. Este crucifijo tiene muchos significados pero… por los problemas del idioma (faltante), algunas cosas no las pude expresar.
He dicho:
“Para los cristianos es un símbolo importante, para llevar también como religiosas: lo llevamos con nosotros porque ese Jesús que murió en la cruz y ha resucitado nos acompaña siempre: es un signo de identidad grande para para los religiosos y las religiosas”.
Después de mi respuesta, una chica buscó en Google el símbolo de los musulmanes, me lo mostró y dijo: “este es el símbolo de los musulmanes”.
Asentí: “Sí, cada religión tiene su propia identidad que la distingue de los otros”
Entonces, las jóvenes quedaron muy interesadas en saber otras cosas de mí, pero llegó la maestra y nos detuvimos.

En el autobús hacia la universidad
Un día, mientras iba a la universidad en autobús, una señora kirguisa se sentó al lado mío. Yo estaba leyendo un libro de narraciones que estaba escrito en dos idiomas, ruso y kirguís, pero yo leía en ruso y ella continuaba mirándome a mí y mirando el libro que yo estaba leyendo, se podía ver en su rostro un gran interés. .
Me volví hacia ella y la saludé en ruso: “Здравствуйте” (Hola)
Seguimos hablando y me dijo:
“¿Hablas kirguís?”
Tal vez… porque para los kirguís un extranjero que habla kirguís les da mucha alegría y les interesa mucho, se sienten apreciados y acogidos por los demás. De todos modos, le respondí:
“No, no hablo kirguís, hablo un poco de ruso”
Y continúa:
“¿De dónde eres?”
“Vengo de Eiopia”, respondí.
“¿Que haces aquí?”
“Estoy aquí para ayudar a nuestra Iglesia Católica” No podía decir “soy misionera” porque aquí nadie entiende lo que es la misionariedad.
Por ahora estoy estudiando el idioma ruso y luego estudiaré el kirguís.
“¿Sí? ¿Verdad?”
Confirmé que sí, y me volvió a preguntar:
“¿Eres musulmana?”
Aquí entendí que ella no sabía lo que era la iglesia católica… entonces le respondí no:
“No, no soy Musulmana, soy cristiana”.
Y dijo:
“Ahh… ¿hay musulmanes en Etiopía?”
“Sí muchos. Hay musulmanes y cristianos y otros… y vivimos todos juntos”.
Y me dice:
“Si hay Musulmanes, ¿cómo tu eres Cristiana y por qué los cristianos y los musulmanes están tan divididos?”
“Cada persona es libre de elegir lo que quiere, no hay problema”.
“¿Ah sí? ¡Interesante!”
No podía creer que existe esta libertad de seguir la religión que cada uno quisiera. Luego se bajó del autobús. La mentalidad es diferente, porque todos deben ser Musulmanes. Me detengo aquí por hoy… pero les prometo que pronto les hablaré de otros encuentros en mis primeros pasos de la misión en Kirguistán.
Sr. Adanech, mc