¿Quién ha visto a Mustapha?

¿Han visto a Mustapha en alguna parte? ¿Tal vez en el mercado donde van a hacer las compras?  O bien ¿a los lados de la calle, donde suele pasar? Es probable que lo hayan visto pidiendo limosna para poder comprarse  alguna comida o al menos un pedazo de pan…

Miren a su alrededor: tal vez Mustapha esté durmiendo debajo de algunos autos desechados: yo sé que él podría estar buscando algún refugio o alguna casa. Echen todavía un vistazo: ¿logran verlo? ”.

Probablemente tengan curiosidad por saber quién es Mustapha. Les contaré ahora sobre mi encuentro con un muchachito llamado así, incluso si este no es su verdadero nombre. Es un niño de la calle que tiene solo ocho años. Cuando lo vi, me pareció que era demasiado pequeño para estar allí, en la calle, en lugar de estar en la escuela o, al menos, con su madre. Mustapha se me acercó para pedirme una banana, precisamente cuando yo estaba comprando algunas bananas para mi comunidad. Le di una y aproveché la oportunidad para intercambiar algunas palabras con él. En sus manos tenía una pequeña botella que contenía pegamento (pegamento para zapatero) lo usaba para olfatearlo con el fin de reprimir los dolores que le producía el hambre. Me pareció muy amigable e inocente. Me dio mucha pena ver a un niño tan pequeño que estaba luchando por sobrevivir. Usando mi limitado conocimiento del idioma somalí, le pregunté cómo se llamaba. Aunque pensé que no me respondería, me dijo en lengua somalí “Magacaygu waa Mustapha”, que significa “Mi nombre es Mustapha”.

Nuestro diálogo continuó por un rato y lo invité a venir a la escuela de nuestra misión, en Ali Sabieh. Mi pequeño “amigo” me respondió que iría a la escuela porque quería ser policía cuando fuera grande. Le pregunté si tenía padres y respondió que su madre estaba en casa. Con siempre creciente interés, le propuse que me acompañara a saludar a su mamá. Caminamos juntos hacia su casa, mientras yo tenía la gran esperanza de conocer a su madre y de hablarle sobre el deseo de Mustapha de asistir a la escuela. En un determinado momento de nuestro camino, el niño se escapó, dejándome sola y desapareciendo de mi vista. Era claro que no quería que hablara con su madre. Caminé un poco alrededor, hacia un lado y hacia otro esperando encontrarlo, pero fue en vano.

Regresé a casa con la esperanza en mi corazón de que algún día aparecería mi pequeño amigo. Algunos días más tarde, nuestro custodio nocturno me informó que había un niño en la puerta que preguntaba por mí deseando inscribirse  en la escuela. Fui a ver de quién se trataba y descubrí que era precisamente él, Mustapha. Oh! Fue grande mi alegría al verlo. Estaba muy sucio y sostenía en la mano su pequeña botella de pegamento. Quedé muy impresionada y muy feliz cuando dijo que quería venir a la escuela. Le di la bienvenida y un poco de agua para que se lavara y estuviese un poco más presentable. Le ofrecí también un cuaderno y un lápiz y lo acompañé a clase. Le pedí a sus compañeros que lo recibieran bien y dispuestos para ayudarlo. Mustapha asistió a la escuela aproximadamente durante un mes.

Un día, su maestro me llamó para decirme que el niño era muy desganado y se dormía en el aula. Inmediatamente pensé que había olido mucho pegamento y ese era el efecto. Fui a su clase y lo encontré profundamente dormido. Cuando salimos del aula, me dijo que había masticado khat (hojas de la planta Catha Edulis, que tienen una acción estimulante como una droga) con su madre y que esa era la razón de su sueño en clase. No le hablé, por no saber qué decirle. Solo le di un poco de agua fresca, pensando que esto podría atenuar el efecto de la droga. Luego volvió a clase. Desde ese día, Mustapha no ha vuelto a la escuela. ¿Cuántos Mustapha hay en el mundo, abandonados por sus propios padres, aún a una tierna edad? Miremos a nuestro alrededor y tratemos de ofrecerles nuestra ayuda. ¡Ellos nos necesitan a todos!

Hna Grace Mugambi, mc

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