
La vida de la Sierva de Dios Leonella Sgorbati: los primeros años
ROSITA
El 9 de diciembre de 1940, en Rezzanello de Gazzola (Provincia de Piacenza), nace Rosa Sgorbati, un evento impensable, pues la madre superaba ya los cuarenta y cinco años de edad.

Sus padres, Carlos Sgorbati y Teresa Vigilini, la bautizaron el mismo día de su nacimiento. La premura con la cual la pequeña fue llevada a la fuente bautismal revela la profunda piedad y la intensidad con la que estos esposos vivían su fe cristiana.
En esta familia de agricultores, pacífica y laboriosa, emprendedora y al mismo tiempo precavida, conformada por una veintena de personas con distintos grados de parentesco, Teresa y Carlos, con ternura y firmeza educan a Rosa conocida por todos como “Rosita”. La madre logra encauzar la energía de su hija de temperamento alegre y la acompaña en su camino de fe.

Rosita frecuenta el Jardín Infantil y la Escuela Elemental que las Hermanas Ursulinas de María Inmaculada dirigen en Rezzanello. Una de ellas, la Madre Soteride Quadrelli, experta educadora, por quien Rosita tiene una predilección especial, modela su alma y su carácter.
LA VIDA…CAMBIA
Pocos años después de la Segunda Guerra Mundial, Carlos Sgorbati, para incentivar la economía familiar, decide abrir en Sesto San Giovanni (Milán), una tienda para comercializar al por mayor frutas y verduras. El 9 de octubre de 1950, se traslada con su familia a la periferia de la ciudad de Milán.
A Rosita, acostumbrada a los ritmos del campo, no le agrada la vida de la ciudad y así escribe en su diario: “Milán es una ciudad frenética, donde la gente vive ajetreada, agobiada por el trabajo, y yo…pensaba solo en huir”.

La llegada de la familia Sgorbati, a Sesto San Giovanni, bien pronto queda marcada por un profundo dolor: el 16 de julio de 1951, muere el padre. Un luto que parece destruir la jovialidad de Rosita muy ligada a él. Cuando era pequeña, todas las noches, su padre la tomaba entre sus brazos para llevarla a la cama, le hablaba con ternura, le enseñaba a rezar y para que se durmiera le narraba una fábula.
No obstante la muerte de la cabeza del hogar, la vida en el nuevo ambiente familiar debe continuar y por lo tanto la madre y los familiares, pensando en el futuro de la más pequeña de la casa, deciden enviarla a estudiar Contabilidad en el Instituto que dirigen las Hermanas de la Preciosísima Sangre, en la Provincia de Monza (MB).

De regreso a casa, una vez finalizados los estudios, los familiares quedan admirados de la transformación de Rosita: no solo ha cambiado físicamente, sino que tiene ya un proyecto de vida que muy pronto revelará a su mamá. Sor Leonella anotará después en su diario, que durante los años transcurridos en el Instituto, la lectura y reflexión sobre la Palabra de Dios, la marcaron muy profundamente y la impulsaron a tomar una decisión para su vida: “En aquel lejano día – abril de 1952 – leyendo tu Palabra, sentí que me tenías muy dentro de ti, Señor, o más bien, tú estabas muy dentro de mí. Nunca jamás estaré sola, sino habitada por ti”. Y continúa: “Me haré religiosa…buscaré vivir solo para Él y le hablaré a todos de su Amor”.