Sor Leonella: su tarjeta de presentación

Bien sea en su familia, en la misión, o por donde Sor Leonella pasó  “su tarjeta de presentación” siempre fue su sonrisa. A quienes le preguntaban: ¿Por qué siempre sonríes, aun a los que no conoces? Respondía: “Porque así el que me mira también sonreirá y será un poquito más feliz”. Sonríe en las fotos que nos quedaron y su imagen sonriente la llevan grabada en el corazón quienes vivieron con ella.

Sor Adriana Sala, religiosa de la Comunidad de la Preciosísima Sangre, de Monza, profesora de Rosita (Sor Leonella), describe así a su joven estudiante: “La veo sentada en  la primera fila del salón de clase, haciendo sus tareas. Era una joven siempre serena, sonriente, de ojos negros que  brillaban de alegría. Todos se sentían  bien con ella  porque era buena, generosa, dulce…… Cuando le llamaba la atención, exhortándola a estudiar con celeridad  le decía: “Rosita, debes desarrollar el tema, la profesora quiere que tu  mejores el italiano”. Su respuesta era siempre  una amplia sonrisa. No creo que haya tenido disgustos con alguna de sus compañeras de clase, ni siquiera durante el recreo, cuando su sonora carcajada era suficiente para resolver los pequeños contratiempos. De ella todos tenemos maravillosos recuerdos y repasando  las fotos   de cuando era misionera en África, vuelvo a ver a la misma Rosita, siempre sonriente.”

 

El Padre Ángel Romano, Capellán de la Basílica de San Bartolomé que se levanta sobre la isla Tiberina (Roma) y que fue destinada por el Papa San Juan Pablo II a custodiar las reliquias de los “nuevos mártires” del siglo XX, entre los cuales se encuentra también  Sor Leonella, conmemorando su figura, dos años después de su martirio, dijo lo siguiente: “Su vida habla mucho de esa  fuerza interior que sabía comunicar  a través de su sonrisa, expresión de un claro sentido de la vida, iluminado por la Palabra de Dios. Su alegría de amar, no contagiada por la tristeza y la dureza  del mal, fue el hábito de fiesta con el cual participó en la vida de la Iglesia,  entre los pequeños y los pobres,  como claro anticipo del banquete del Reino de los cielos. Sor Leonella fue enviada por el  Señor de la vida a los cruces de los caminos, a invitar a  buenos y  malos, para hacerles conocer a todos la alegría de las nupcias de la alianza de Dios con nosotros.

En un mundo temeroso de perder algo, atareado y agitado hasta la ceguera, sor Leonella, con su vida y su muerte, nos despierta y nos invita a no desperdiciar la oportunidad de vivir con gratuidad, coraje, alegría y misericordia los compromisos de nuestra vida cristiana: “He aquí, este es nuestro Dios, a quien hemos esperado para que nos salvara, este es el Señor a quien hemos esperado; regocijémonos y alegrémonos en su salvación, porque la mano del Señor reposará en este monte.” (Isaías 25, 9 – 10).

Algo de este alegre anuncio de Isaías y  de la invitación misma del Señor Jesús,  llegó  a través de Sor Leonella a Kenya y a Somalia… y a todos aquellos que se encontraron con ella”.

Sor Teresa Ricatto, Misionera de la Consolata en Kenya, con una simpática anécdota evidencia cómo sor Leonella sabía bromear sobre su robustez: “Algunos días antes de partir para Mogadiscio (Somalia) donde la asesinarían, se encontraba en la Casa Regional de las Misioneras de la Consolata en  Nairobi (Kenya) y en un momento fraterno de convivencia y recreación después de la cena, empezó a narrar lo que quería hacer para disminuir de peso, para lo cual nos presentó su dieta: “Gente, dijo, saben que ha sido publicada una dieta especial para adelgazar, a la cual quiero someterme? Pronto me verán salir vistiendo un elegante traje que sustituirá estos hábitos que parecen “talegos”.  La dieta que he elegido es muy eficaz, cada vez que tome una pastillita perderé un kilo, por lo tanto en el transcurso de un mes habré disminuido treinta kilos! Siguiendo fielmente la dieta  desapareceré y verán caminar solamente mi vestido”.

En otra circunstancia explicó: “Cuando esté en el cielo todo será muy distinto y aunque yo sea pesada, me podré sentar en una nubecita y me divertiré  mirando hacia abajo; desde allí veré  a todas las personas que van y vienen por los caminos del mundo”.

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