un tiempo especial

Andrea, postulante de Brasil a la espera de poder comenzar el noviciado, nos comparte su experiencia en el momento de pandemia, que ha cambiado todos sus planes, pero abrió nuevas posibilidades.

Los últimos dos años han sido marcados por innumerables desafíos que nunca hubiéramos pensado que deberíamos enfrentar, o al menos la mayoría de las personas no pensaba que debería atravesar. Yo estaba en este grupo: de repente nos encontramos rodeados por un problema totalmente nuevo y difícil de comprender. ¿Cómo es posible que una cosa tan pequeña e invisible pueda ser tan destructiva? Personas de todos los rincones de la tierra y de todas las clases sociales se contagiaron y, por si fuera poco, las consecuencias fueron (y son) desastrosas.

Además de tener que afrontar la pérdida de seres queridos y a una distancia social, tenemos que soportar el bombardeo de noticias cada vez más dramáticas y descontroladas: realmente no estábamos preparados para esta gran tragedia, nuestro egoísmo no nos permitía pensar que algo que había comenzado en China podía afectarnos tanto, poniendo a dura prueba nuestras certezas, programas, viajes …

Yo creo que todo lo que sucede en nuestra vida tiene algunas cosas positivas y otras  negativas, y para el covid no es diferente. La pandemia ha evidenciado que somos capaces de realizar el bien de manera extraordinaria, compartiendo lo poco que tenemos y concretando nuestra generosidad con gestos de amor y de compartir lo poco que tenemos hacia personas que ni siquiera conocemos, o bien con nuestros vecinos: cuántas donaciones para las personas ancianas, ya sea de alimentos o de productos para la higiene, y de ayuda psicológica y médica gratuita.

Sin embargo, así como somos capaces de hacer cosas bellísimas, también somos frágiles, podemos causar el mal, aunque no es necesario resaltarlo aquí, porque los periódicos y los medios de comunicación ya nos contaminan bastante, todos los días.

Comencé el Postulantado a principios del 2020 y, como muchas otros jóvenes en formación para la vida religiosa, tuve que aceptar cambios y limitaciones en el programa de formación. Tuve que cambiar proyectos y planes, combinado con la frustración de no poder viajar a Argentina para unirme a las otras dos jóvenes en formación y a mi formadora. Este año hubiera podido comenzar el noviciado, pero todavía no he recibido el permiso para entrar en Italia.

Todos estos cambios han generado en mí una búsqueda de nuevos caminos de apostolado: nuestro carisma es misionero, no podemos cerrarnos, más bien  llegar siempre al corazón de las personas..  

Por eso he preparado algunas iniciativas online, así como actividades que podrían ayudarnos en este tiempo de pandemia: en un principio parecía imposible lograrlo,  pero surgieron tantas iniciativas, gracias a la apertura de las queridas hermanas, que han involucrado a la toda la familia consolatina: seminaristas, laicos, jóvenes y hermanas.

Esta experiencia me llevó a hacer una investigación sobre el funcionamiento real de las Redes Sociales, donde ahora invertimos mucho: entiendo que todo lo que hacemos debe ser reflexionado y analizado, para no dejarnos llevar por la ola del momento y para ser los verdaderos autores de nuestra vida. No cabe duda de que las redes sociales facilitan la comunicación y nos permiten conocer a personas que antes no imaginábamos, como por ej. difundir el Evangelio de forma práctica y con poco costo. Pero no podemos olvidar que estos medios están influyendo siempre más en nuestro estilo de vida, con muchas consecuencias.

Nuestra tarea como ciudadanos responsables es recordar que los valores cristianos incluso cuando nos conectamos a Internet, sin ponernos máscaras ni engañarnos de que podemos vivir otra vida en las redes. Hoy es muy importante esforzarnos y no difundir fake news, así como no alimentar ciertos discursos de odio, individualismo, polarización y otros males que entran en nuestras vidas, provocando cada vez más destrucción.

Usamos nuestras páginas para difundir el bien común, la vida, para divulgar nuestro trabajo y mantener el contacto con muchas personas que un día entraron en contacto con nuestras hermanas, en todo el mundo: esta experiencia me ha dado mucha alegría y satisfacción, me me ha hecho sentir un verdadero instrumento en las manos de mi futuro esposo, Jesús, para difundir su gran amor y su infinita misericordia.

Agradezco por esta experiencia, un desafío en el que he sentido que Dios no me abandona: somos capaces de superar grandes problemas, si no dejamos que el egoísmo y la autosuficiencia nos dominen. Sé que en cada rincón del mundo hay personas que ponen a Dios en primer lugar, por eso tengo confianza de que juntos superaremos este momento de pandemia, para disfrutar aún más de las pequeñas cosas de la vida. ¡Y gracias a todos aquellos que nos han acompañado!

Andrea Leite Carvalho, postulante mc

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